No te gloríes en la desgracia de tu prójimo. Muchos se regocijan en los sufrimientos de los demás. Los que se regocijan en los sufrimientos de los otros están enfermos de la enfermedad del diablo; pero el Señor desenvuelto nuestras almas de esta enfermedad. No hemos de orar para que lluevan calamidades ni afirmar con Clemente el agnóstico: «